Día de madrugón. El problema no es que te levantes a las 4 de la mañana, el problema es que hasta que te duermes se hacen las 12. Tardas en conciliar el sueño, entre otras cosas, porque las paredes del Hotel Industrie de Leuven parecen de papel y el tipo de al lado tuvo una larga conversación telefónica que oías como si estuviese a tu lado. Casi sin darte cuenta ya suena la alarma del móvil: una vez, otra vez y así hasta que por fin consigues salir de la cama. No has dormido bien. Te has despertado por el crujido de la madera del pasillo unas cuantas veces. ¿Quién era el que ha salido varias veces a media noche a pasear por el pasillo? ¿Alguien con insomnio que le relajaba el crujido de la madera al ritmo de sus pasos? Consigues llegar al baño para darte una ducha y despejarte. Los grifos están ligeramente despegados de la pared, pero hay agua caliente. Menos mal, porque por la noche te toca dormir bien abrigado. Es una habitación de esas antiguas, con techos altos y donde… ¡la calefacción no funciona! Les das un voto de confianza: puede ser que en esas latitudes todavía no haga suficiente frío.
Te vistes, terminas de hacerte la maleta y abres esa puerta que da a un tenebroso pasillo oscuro en el que te vas guiando por el crujido de la madera hasta que una exigua luz se enciende al fondo. Cruzas una puerta y sales hasta la zona de las escaleras. No hay luz. Menos mal que todos los móviles llevan hoy día incluida la aplicación “linterna”. Ojo, no hay ascensor, con lo que bajas linterna en una mano y maleta en la otra los tres pisos de escalera victoriana hasta la planta baja con la esperanza de no encontrarte al tipo que sufría insomnio apuntando con su dedo una habitación abierta al fondo del pasillo en plan la película “el resplandor».
Cuando llegas abajo te queda a mano izquierda la entrada a la cafetería, por supuesto cerrada por la hora, y delante de ti la puerta de salida a la calle. En tu mano la llave, de esas de las de toda la vida, y te preguntas: ¿dónde dejo la llave? No hay ningún sitio tipo buzón o similar para dejar la llave. No hay recepción. No hay nada. Finalmente decides dejarla en cualquier sitio y marcharte, con la esperanza de que no se pierda y no te llamen del Hotel Industrie diciéndote que te has llevado la llave.
Y eso que la primera impresión que te llevas del hotel no es mala. Es un edificio antiguo con la fachada renovada. La entrada a la habitación tampoco asusta aunque, al poco, empiezas a sospechar cuando en el baño te encuentras algún pelo…
Pero no todo es malo. Tiene también sus contradicciones porque, a pesar del estado del hotel, el desayuno es bastante bueno y completo, viniéndose abajo mi teoría de que la calidad del hotel está correlacionada con la del desayuno. La planta baja del hotel es una cafetería que hace las veces de recepción (cuando está abierto). Para ser coherentes con mi teoría deduzco que son negocios independientes. No puedes tener un hotel en no muy buenas condiciones y dar un buen desayuno.
El pago lo haces nada más llegar. “Su habitación es la número 6, en el tercer piso. Son 150€ por las dos noches”. Como no, pides una factura y… te dan una especie de papelito con el precio de la habitación escrito a boli. Te quedas con cara de poker pensando: espero que sirva y luego no me vayan a decir eso de… “esto no es una factura, en fiscalización no nos lo van a admitir”.
Después de haber leído esto te preguntarás ¿por qué lo eliges? Sencillo, porque está frente a la estación de tren y, claro, si tienes que coger un tren de madrugada es muy conveniente pero… ¡resulta que hay huelga de trenes justo hoy y acabas cogiendo un taxi! De todas formas para pasar un par de noches… es más que suficiente, aunque no creo que repita.