He estado ojeando la última edición del informe de la Fundación para la Innovación COTEC y me he detenido en especial en el apartado que dedican a la educación. COTEC define el estudio de la innovación en un sentido amplio como «todo cambio -no sólo tecnológico- basado en el conocimiento -no sólo científico- que genera valor -no sólo empresarial o económico», de ahí que estudien también el impacto de la educación. El informe hace un recorrido sobre las diferentes etapas educativas y muestra una serie de datos sobre el rendimiento del sistema en cada una de ellas:
- Educación infantil: desde los 0 a los 6 años
- Educación primaria: desde los 6 hasta los 12 años
- Educación secundaria: diferencia una primera etapa hasta los 16 años (lo que sería la actual ESO) y una segunda etapa hasta los 18 años (el actual bachillerato)
Estos informes suelen ser un compendio de indicadores y, en el mejor de los casos, se intenta obtener algún tipo de conclusión. En otros casos se deja a la libre interpretación del lector. Es una cosa buena de cara a favorecer una supuesta neutralidad en la exposición de los resultados (son indicadores numéricos) pero dificulta claramente la transmisión de una idea clara al conjunto de la sociedad de lo que pretenden analizar.
Este informe no es una excepción en ese sentido. En primer lugar conviene aclarar que se basa en el análisis de numerosos estudios internacionales y tests sobre la educación. Conviene primero aclarar el entramado de siglas y conceptos:
- PIRLS: Estudio internacional de progreso en comprensión lectora. Mide el rendimiento de comprensión lectora de los alumnos de 4º de primaria.
- TIMSS: Estudia internacional de tendencias en matemáticas y ciencias. Mide la evolución del rendimiento en matemáticas y ciencias de alumnos en dos momentos de su etapa educativa, concretamente 4º de primaria y 2º de la ESO
- PISA: Programa internacional para la evaluación de estudiantes. Es una prueba internacional que permite evaluar competencias y conocimientos de los estudiantes de 15 años. Su interés viene porque no sólo mide lo que se ha aprendido, sino lo que se es capaz de hacer con lo que se ha aprendido.
Para poner en contexto los resultados de España normalmente se compara contra la media de lo que se considera como «países de nuestro entorno» o que se supone que tienen un nivel de desarrollo comparable. De ahí la nomenclatura de UE21 para referirse a la media de 21 países de la Unión Europea o el de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo). Además habla de lo que se conoce como competencias básicas (lectura, matemáticas y ciencias) y las habilidades transversales (competencia lectora, pensamiento crítico y creativo, desarrollo social y emocional…)
Aclarado este preámbulo se puede abordar una lectura del informe aunque he de reconocer que es fácil despistarse en el maremagnum de cifras y estadísticas que se manejan. El documento concluye las cosas que se vienen diciendo del sistema educativo español en los últimos años. Bueno, no sólo del sistema educativo, sino de la población española en general.
En primer lugar, más bien para despistar, comienza con un dato positivo, y es que en los últimos 15 años se ha incrementado el porcentaje de personas con un nivel educativo equivalente a bachillerato o formación profesional de grado medio, pero inmediatamente pone de manifiesto un dato preocupante: somos el país con mayor porcentaje de personas que sólo han adquirido formación hasta la educación secundaria obligatoria. El dato se sitúa en el 43,4%.
A continuación pasa a tratar la educación infantil, y hace hincapié en la importancia de esta etapa para el desarrollo de habilidades transversales y su papel como «palanca de equidad de niños y niñas provenientes de contextos desfavorecidos». Y continúa con la educación primaria resaltando que es la que mayor influencia tiene en el resto de etapas educativas. Es decir, si lo hacemos bien en primaria, todo lo demás irá mejor. Para el que quiera profundizar más puede consultar este artículo de Choi y Jerrim que demuestra esa relación y explica porqué las políticas de mejora educativa deberían concentrar sus esfuerzos en esa etapa. Si no conseguimos que los niños adquieran en esa etapa una serie de competencias, conocimientos y habilidades, el fracaso posterior será como un juego de dominó. Y aquí comienza con la coctelera de cifras para venirnos a decir que estamos en unos niveles inferiores a los de los países de nuestro entorno.
Después pasa a la educación secundaria, que la divide en dos etapas. La primera lo que en España llamamos Educación Secundaria Obligatoria, y la segunda que sería el Bachillerato. A partir de aquí ya empieza a hablar la relación de esta etapa con la futura inserción laboral y nuestra capacidad para desarrollarnos en situaciones cotidianas. De nuevo pone de manifiesto el más desempeño de nuestro país en las competencias que evalúa PISA. Y es hasta aquí donde centra la mayor parte del informe
Y aunque los estudios que utiliza el informe de COTEC pueden tener algunos sesgos y cuestiones metodológicas, es innegable que apuntan a un desempeño bajo de la población española. Porque los malos resultados siguen ahí año tras año. Y los resultados no son así porque nuestros colegios, institutos profesores sean malos. Y tampoco es que en este país la población tenga menos capacidad de aprender y aplicar los conocimientos. Más bien todo lo contrario. Tenemos excelentes profesores, colegios e institutos que intentan sacar lo mejor del sistema para formarnos. Y hay que reconocer que la Administración tiene buenas intenciones en mejorar el sistema educativo con las dificultades que ello puede conllevar. Sin embargo nos encontramos con unos gobernantes que no son capaces de centrar el debate de la educación. En que se trata de nuestro futuro (del de todos), no de los intereses de un sector u otro de sus votantes. ¿Para cuándo van a intentar consensuar algo en educación? ¿Qué sentido tiene esta política de que cada partido que llega al gobierno quiere hace «su» ley de educación? Sinceramente parece que el objetivo sea tensionar a la sociedad y enfrentar para que nos olvidemos del problema de fondo. ¿No se dan cuenta del coste (y no me refiero al económico) que está teniendo para todos este absurdo vaivén de hacer y deshacer? Pero hagámonos también la pregunta inversa, porque no se trata sólo de descargar las culpas sobre otros. ¿Cuándo vamos a exigir a nuestros gobernantes que se pongan de acuerdo en esto y no nos mareen con cuestiones partidistas que no abordan el fondo de la cuestión?