El mes de agosto es un período en el que hay escasas noticias sobre las universidades, pero siempre está la cita de mediados de mes en la que se publica el famoso «Ranking de Shanghai«. Este ranking, en base a una serie de parámetros, proporciona un listado de universidades ordenado de mayor a menor puntuación. Las primeras de la lista son «las mejores» y las últimas de la lista son «las peores». A la vista de las noticias que aparecen en prensa española (que normalmente llevan asociadas valoraciones de dudoso fundamento), yo ya doy por perdido el que se entienda que el mero hecho de estar entre las 500 mejores universidades del mundo ya es un logro. Y no sólo eso, esta lista de 500 universidades representa el 2,5% del total de universidades censadas en todo el mundo (más de 20.000 instituciones). Los rankings tienen sus defensores y detractores, sus puntos fuertes y puntos débiles. Lo que siempre hay que tener en cuenta es que cada ranking tiene unos parámetros y son esos parámetros los que premian un modelo de universidad frente a otro, muchas veces obviando los contextos en los que cada institución desarrolla sus actividades.
¿Qué sucede en la parte alta de la tabla?
Vamos a hacer un análisis un poco diferente. Algunos estudios se centran en cómo influir en los indicadores que dan lugar al ranking (publicaciones, Premios Nobel…). En lugar de centrarnos en qué posición ocupa cada uno, vamos a ver cuáles son las principales variaciones que han sucedido entre esas 100 universidades que el ranking posiciona como las mejores. Los cambios aportan más información que estudiar cada variable de manera independiente frente a simplemente ver la posición en la tabla. Para hacer este análisis vamos a observar qué ha sucedido este año en la parte alta de la tabla respondiendo a las siguientes preguntas:
- ¿Cuántas se mantienen en la misma posición?
- ¿Cuántas mejoran su posición?
- ¿Cuántas empeoran su posición?
- ¿Cuántas entran/salen de las 100 mejores?
Las respuestas a estas preguntas, después de un buen rato de Excel, son sencillas: 28 se mantienen igual, 38 empeoran, 31 mejoran y 3 universidades entran/salen. Dejando al margen las 28 que se mantienen como estaban nos quedan 72 posiciones en la tabla en la que han sucedido cosas.
En el
lado positivo, la universidad más interesante de esta edición es
la de Warwick, que ha escalado 106 posiciones y ha entrado de golpe entre las 100 mejores del mundo.
Evolución de la Universidad de Warwick
La
Universidad de Oslo es otra a tener en cuenta, ya que no sólo se mantiene entre las 100 mejores, sino que
ha subido 12 posiciones. Si nos fijamos ahora en el lado negativo no parece interesante enfocarnos en las 3 que salen de la lista de las 100 mejores. Viendo los números se ve que son diferencias mínimas. El principal problema lo tienen en la
Universidad Estatal de New Jersey, que han bajado 12 posiciones aun manteniéndose entre las 100 mejores del mundo.
¿Y cuál es la situación en España?
En principio la respuesta es clara: 13 universidades aparecen en el ranking, todas ellas públicas. Teniendo en cuenta que
hay 50 universidades públicas, el
26% del sistema universitario público español se encuentra entre las 500 mejores universidades del planeta, y no olvidemos que en el mundo hay más de 20.000 universidades. Además se ve una evolución positiva, porque
este año hay una más que en 2014 y 5 más que en 2004.
El listado de España es el que aparece aquí, pero primero un aviso importante: ¿es la Universidad de Zaragoza la peor clasificada? La respuesta es no. La propia web indica que, ¡las universidades en el mismo rango están ordenadas de manera alfabética!
En España hay 4 tramos, conteniendo el primero solamente a la Universidad de Barcelona, el segundo incluye a las dos universidades autónomas (Barcelona y Madrid), la Complutense y la Pompeu Fabra. El tercero que agrupa a la politécnica de Valencia y a las universidades de Granada y Valencia. El cuarto tramo añade a la politécnica de Cataluña y a las universidades de Santiago de Compostela, Sevilla, País Vasco y Zaragoza.
Al igual que en las «top 100», diferenciaremos las estables de las que cambian. Las que mantienen una puntuación sin muchos cambios en estos 12 años son la de Barcelona, la Complutense y la de Valencia. Las que van escalando posiciones con los años son la Autónoma de Barcelona (que ha mejorado casi 200 posiciones en estos años), la Universidad Politécnica de Valencia, la Pompeu Fabra y la de Granada. Las del cuarto tramo todas tienen apariciones y desapariciones del ranking en los últimos años, a excepción de la Universidad de Zaragoza que ha puntuado en todas las ediciones y, además, se observa una mejora. En el caso de la Universidad Autónoma de Madrid no puede hablarse de un descenso significativo, más aún cuando es una de las pocas que se sitúa entre las 100 mejores del mundo en dos ramas como las matemáticas y la física.
Evolución de la Universidad de Barcelona en los últimos 12 años – Fuente: Academic Ranking of World Universities
Todo es susceptible de mejora pero, ¿se puede hablar de «Varapalo a la universidad» como dice hoy en un titular el periódico
+El Mundo ? Lo interesante es que
se observan mejoras en un contexto de escasez de recursos y con unas instituciones supuestamente autónomas pero cuyo margen de maniobra es muy reducido. ¿Se puede llegar más lejos con el modelo actual? Probablemente todavía quede algo de recorrido, pero para tener ese salto que parece esperarse hacen falta cambios más profundos que muchas veces no dependen de las instituciones de educación superior. Tener como objetivo «mejorar en el ranking» puede acabar haciéndote perder la perspectiva y pervertir el sistema. El objetivo debe de ir encaminado a
formar mejor a las personas y a tener un sistema de investigación con una fuerte conexión con el entorno y enfocado en mejorar la calidad de vida de las personas. Los resultados en los rankings vendrán después.