La redundancia de dispositivos

Tablets pequeños, smartphones grandes, ultrabooks… El «factor de forma» parece llevar de cabeza a los fabricantes que no tienen claro qué ofrecer en cada caso. Esto es especialmente cierto en algunas marcas como Sony, que intentan convencerte de que tienen el mejor tablet del mundo y, al mismo tiempo, quieren venderte algo así como un portátil convertible en tablet lo cual te hace recordar las limitaciones del tablet.
La cuestión es que el mercado se ha vuelto más complejo. Los productos informáticos ya no se diferencian simplemente por su portabilidad. Hasta hace bien poco bastaba con decidir entre sobremesa y portátil, siendo precisamente la portabilidad la principal diferencia entre ambos equipos. Los teléfonos servían solo para hablar y si necesitabas algo ligero para tomar notas te llevabas un bolígrafo y una libreta.
Yo pienso que la ventaja de un tablet no está simplemente en su portabilidad. Eso era ya un prolema resuelto desde hace muchos años. Recuerdo mi primer ultraportatil a principios de los 90, el Olivetti Quaderno, un ordenador francamente delicioso. Más recientemente los netbooks o los ultrabooks han terminado de completar ese ciclo. Las pantallas táctiles también tienen su tiempo, con productos históricos como las Palm o las vetustas Tablets PC. Estos últimos pretendían ofrecer un formato de interacción con el usuario más natural. Era la época de los stylus y punteros, que nos permitían hacer click en la pantalla con algo parecido a un bolígrafo.
Es ahora el usuario el que irá desarrollando el producto y le irá encontrando su usos, pero pensar en los tablets como algo pasajero y similar a un portátil es un error que le puede costar caro a más de un fabricante. La gama que de momento parece haberse consolidado es la siguiente: smartphones, tablets, portátiles y sobremesas. Los productos que van apareciendo en medio pretenden cubrir todas las necesidadesd sin satisfacer ninguna de ellas bien. Mientras tanto, como usuarios, corremos el riesgo de caer en esta vorágine y acabar con los bolsillos llenos de aparatos de bolsillo. La redundancia nos llevará locos.

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