Ya para cerrar el ciclo de posts sobre los temas que presentó Ángel Cabrera, Rector de la Universidad George Mason en Estados Unidos, durante la Jornada de Cátedras de Empresa del pasado 21 de junio de 2016 que se celebró en la Universidad Politécnica de Valencia, me faltaba analizar la exposición que hizo sobre el contexto de la educación superior en Estados Unidos. Un país muy orgulloso por el buen desempeño de sus principales universidades en los rankings internacionales. Es una evidencia que las universidades norteamericanas suelen copar las principales posiciones de las tablas, entre ellas la George Mason University que con sus escasos 50 años de existencia, ha conseguido situarse entre las 200 mejores universidades del mundo, tal y como puede verse en el gráfico que aparece a continuación.
La posición de las universidades en los rankings no es una mera cuestión de «orgullo patrio». Existe una clara correlación entre el índice de competitividad de un país y el número de universidades en los rankings. Se observa que cuanto mayor es el número de universidades en los rankings (en función del tamaño del país), mejor índice de competitividad alcanza el país. Los índices de competitividad de los países pueden consultarse en el Global Competitiveness Report del World Economic Forum. Respecto a España , el número de universidades en los rankings se corresponde con su posición en el mundo según su índice de competitividad.
En el buen desempeño de la George Mason University influye, por supuesto, la capacidad de la universidad de hacer las cosas bien, pero también la existencia de un contexto que permita precisamente hacer esas cosas que acaban marcando la diferencia. ¿Cuáles son las principales características de ese contexto?
A la hora de analizar este contexto el primer término a considerar es de qué manera se está financiando la educación superior. Para ello existen diferentes fuentes de financiación, tanto públicas como privadas. Las públicas provienen de las aportaciones que realiza el Estado en base a la recaudación de impuestos. La parte privada se obtiene de donaciones de individuos u organizaciones, los contratos que se realizan con empresas o los costes de matrícula. El mix público/privado varía en los diferentes países. Si medimos ese mix en la inversión que se realiza por alumno observamos que de los 26.652$ que se invierte por alumno de media en Estados Unidos, el 50% aproximadamente viene de fuentes privadas y el resto de aportaciones públicas, aunque esta cifra varía según el estado (ver el gráfico más adelante). En el caso de España, casi el 100% de los 12.356$ que se invierte por alumno viene de la Administración Pública.
La ordenación del sistema de educación superior es otro aspecto clave. Uno de los puntos débiles del sistema universitario español que ha aparecido de manera constante en los informes de expertos que han encargado los sucesivos responsables del Ministerio de Educación en los últimos años ha sido la excesiva homogeneidad. Esta cuestión tiene una doble lectura. Su parte positiva es que garantiza la accesibilidad y la igualdad de oportunidades. La parte negativa según aparece en los informes, es que va en detrimento de la especialización de los campus y la competitividad del sistema en su conjunto. En España todas las instituciones de educación superior se articulan como universidades que deben cumplir las tres misiones: docencia, investigación y relación con el entorno. En Estados Unidos existen cuatro tipos de instituciones de educación superior: investigadoras, master, bachelor y community colleges. La ventaja de la segmentación es que puede hacerse una inversión más eficaz de los recursos públicos en función de los objetivos de cada tipo de institución, especialmente en el ámbito de la investigación.
Finalmente el marco legislativo tiene un papel fundamental en esa excesiva homogeneización que comentaba en el párrafo anterior. El legislador debe moverse más en establecer las normas adecuadas para que el sistema funcione, y no tanto en los detalles organizativos de cada institución. Desafortunadamente esto es muy frecuente, lo que acaba generando una sobrerregulación que especifica todo: estructura organizativa, gobernanza, comités que debe tener, selección del profesorado, precios de matrícula, etc. La sobrerregulación está claramente en contra de la autonomía y provoca precisamente esa homogeneización que parece se quiere combatir. Hay determinadas decisiones que deberían poder tomarse a nivel de la universidad en función de su entorno y de una estrategia. Una universidad estadounidense, aun siendo pública como es el caso de la George Mason University, tiene muchos más grados de libertad. El presidente, por ejemplo, decide quiénes son los decanos de las escuelas con el objeto de establecer una dirección común de la organización. El gobierno no dicta los precios de las matrículas, ni lo que se tiene que pagar a los profesores o cómo se debe contratar a un profesor . En España, por ejemplo, sería francamente complicado contratar a un Premio Nobel en una universidad, siendo realmente difícil manejar temas como su salario o la figura con la que se contrataría.
No obstante, no todo son luces en el sistema americano, también tiene sus sombras. La principal de ellas es que se están generando problemas reales de acceso, principalmente debido al incremento del coste de matrícula. Mientras en el año 1993 un estudiante pagaba de media unos 9.000$ al año, hoy día tiene que pagar alrededor de los 35.000$ (un estudiante de fuera del estado en el que está ubicada la universidad). A día de hoy los ingresos por matrículas están superando las aportaciones que realiza el Estado, tal y como puede verse en esta gráfica del informe «Revenues: where does the money come from?» del Delta Cost Project
Esto se traduce en que los estudiantes tienen que costearse la matrícula con préstamos, lo que deriva en que el 70% de los estudiantes terminen con una deuda de alrededor 35.000$. En la gráfica, extraída del informe «Who graduates with excessive student loan debt?» que aparece a continuación se muestra cómo ha evolucionado esta deuda con los años.
Temas como la gobernanza, la autonomía o la relación entre empresa, universidad y administración pública son clave para alcanzar esas buenas posiciones en los rankings, pero el problema de acceso a la educación superior que se está generando en paralelo debería atajarse. En Europa tenemos el caso de Aalto University que ha conseguido implementar un sistema de gobernanza similar al norteamericano pero sin los problemas de acceso a la educación superior.
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